Renuncio al trono que por derecho me corresponde. Renuncio a gobernar mi vida. Renuncio a soñar, a sorprenderme y a ser sorprendido. Renuncio a mi parte de sol, de mar y de estrellas, renuncio a la belleza, al p
lacer y a la amistad. Renuncio a la delicia de despertar cada día con la oportunidad e intención de vivirlo como si fuera el último. Renuncio a mi humanidad, al raciocinio y al amor, a la curiosidad ante lo desconocido, renuncio a ser.
Decido vivir atado por el miedo, por la necesidad de poseer y el miedo a perder, despojado de todo lo que nos hizo hombres. Somos demasiado listos para nuestro propio bien, como un niño que no es consciente de las consecuencias de sus actos. Vivo cada día y ninguno es especial salvo en lo tedioso, y siento la tentación de poner el piloto automático y dejarme llevar. Obviar que vivo ocupado por unas obligaciones y unas necesidades cuya satisfacción no necesariamente me reportará la felicidad. Ni siquiera la conquista de la ambición, pues es una meta pasajera que conduce a otra, siempre con la vista puesta al frente, siempre corriendo demasiado rápido para ver el paisaje. Empujado por la costumbre, me veo empujado al redil, a pastar con el resto de borregos, en campos de ordenadores y corbatas o monos de faena, al final todo es lo mismo.
Pero lo que más duele, señores, es verlo, y cerrar los ojos como un gilipollas, como si así fuera a hacerme menos daño. Me reiría, pero la vida tiene un formidable gancho de izquierda, y sigo magullado de la última. Lamento ésta forma de inaugurar el año, y con retraso además, pero han de entenderlo, Satanás se empeñó en drenar de mi alma hasta la última gota de ilusión.
Han de saber que la muerte por digitosis es un proceso lento y doloroso, pero más duele el retorno desde el averno si al mismo pisar la tierra tengo una recaída. Otra vez de vuelta a la rutina, al pitido que me destroza el cerebro para anunciar una nueva ración de mierda. Trágala rápido. ¿Es que pasa mejor? Puede, pero el caso es que tenemos mierda en cola. Nos viene más mierda de la que podemos tragar, así que despáchalas rápido. Por tu propio bien, más que nada, porque tu sueldo depende en cierta medida de lo rápido que tragas. Pesa lo mismo que la calidad, aunque la calidad en persona...